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ENTREVISTA: Kasparov

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"Sin Karpov nunca hubiera existido Kasparov"

Esta es una historia reciclable; trata sobre un hombre con capacidad de reinventarse y de desafiar hasta lo infinito. A poco más de cuatro años de su adiós del mundo profesional del ajedrez para involucrarse en la política interna rusa, Garry Kasparov, de 46 años, regresó aquí al tablero para enfrentarse con su archirrival, Anatoly Karpov, en un match de exhibición a 12 partidas. Con su amplia victoria por 9 a 3, Kasparov alejó los rumores y las dudas y ratificó su condición de N°1. 


"No es cierto que estoy preparando mi regreso al ajedrez; lo realizado aquí con Karpov simplemente fue para promover este juego, para que tenga una mayor difusión en los medios. Además, me siento responsable de que, con mis peleas con la FIDE, en 1993, provoqué el cisma que deterioraron aún más las cosas", contó Kasparov, en una entrevista con LA NACION en el lobby del hotel Valencia Palace. 

-En su vida se enfrentó con duros rivales: Karpov, Deep Blue y ahora con el primer ministro ruso, Vladimir Putin. ¿Cuál ha sido el más difícil? 

-Karpov fue mi oponente más peligroso frente al tablero y, aunque yo me quejé de algunas injusticias en nuestro primer duelo, lo verdaderamente injusto fue mi match con Deep Blue, en Nueva York (1997). Pero ya ambos son parte de mi pasado. Mi lucha ahora es contra Putin, aunque reconozco que mis riesgos contra él son mayores; me preparo día a día para enfrentarlo, porque esa lucha no es por mi ego, como con Karpov o Deep Blue; significa luchar por mi país, al que Putin y los suyos están destruyendo. 

Este hombre, ya canoso y de calvicie incipiente, que habla, gesticula y convence con la fe de un predicador, padeció el escozor de una infancia desangelada, con ciertas prohibiciones. Tras la pérdida de su padre judío, Kim Weinstein, a los 7 años, fue criado para triunfar bajo la estricta vigilancia de su madre ingeniera, de la que adoptó su apellido armenio. "Siempre quise ser el mejor en lo que hacía y me prepararon para ello. Recuerdo que mis amigos se marchaban a jugar al fútbol y yo los veía desde la ventana mientras me quedaba en casa estudiando ajedrez", narró en su autobiografía El hijo del cambio , tras convertirse a los 22 años en el campeón mundial más joven de la historia, luego de vencer a Karpov en 1985. 

-Usted trabaja por la democracia en Rusia. Si logra su objetivo, ¿su regreso al ajedrez estará más cerca? 

-Todo ser humano debe tener nuevos horizontes. La vida es algo más que un juego de ajedrez. Creo que puedo elaborar planes para mi país, intervenir en intercambios culturales en el mundo actual. Con el ajedrez, alimento mi ego y ayudo a mi mente a no estar absorta de la política, pero deseo hacer aún cosas más importantes. 

También este hombre, que posee una mente privilegiada que lo mantuvo durante 20 años por encima de cualquier ajedrecista mortal, incluso, derrotó a Deep Blue, una máquina capaz de analizar 50 millones de jugadas por minuto, en el primer match en Filadelfia, en 1996. Vive en permanente estado de alerta; lucha contra el sistema, representado por Vladimir Putin y su sucesor electo, Dmitri Medvedev. 

-Fue muy dura la acusación que le efectuó al periodista ruso en la presentación del match en Valencia. 

-Es que es importante usar cualquier oportunidad para decir que la prensa rusa no es libre. Por eso, he tenido que decir que la televisión para la que trabaja ese chico es parcial y propagandística. ¡Imagínese cómo están las cosas allá que no nos permitieron organizar el duelo con Karpov en Moscú porque sostenían que sería publicidad para mí! 

Por todo esto, Kasparov nunca se da por vencido. Líder del partido opositor ruso Otra Rusia , aún arrastra el dolor de una cadena que le quemó las muñecas. Padeció la cárcel y el cautiverio le sirvió para descubrir a sus verdaderos amigos. Karpov fue uno de los pocos que intentaron visitarlo. 

"Siento que estoy en deuda con él, no sólo por su actitud de ir a la cárcel, sino también por haberme creado. Es que sin Karpov nunca habría existido Kasparov". 

Garry Kasparov, un hombre que no se calla. Sólo hay que saber escucharlo.

Fuente: Por Carlos Ilardo Para LA NACION

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