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ENTREVISTA - Leontxo García


- ¿Qué prefieres, una pluma o un micrófono? 
Me gusta más escribir, pero me resulta más fácil hablar. Escribir con calidad es un acto doloroso porque tienes que pensar en la búsqueda de la perfección (que nunca se consigue). Pero, cuando estás satisfecho del resultado, la alegría es muy grande y lo escrito queda ahí para siempre. Por otro lado, la radio en directo tiene el erotismo de la inmediatez: si te equivocas, se entera todo el mundo, pero si lo haces bien es un subidón de adrenalina. Me gusta mucho recibir correos de escuchantes emocionados de Radio 1 (domingos 09.30) o de El Ágora de Chess Base (domingos, 22.00). Además, con la tecnología moderna de Internet, ahora es fácil guardar los archivos sonoros. Lo más difícil es la tele, porque hay demasiadas cosas que no dependen de ti.

- Cuando estamos estudiando siempre nos ponemos metas profesionales, pensamos en lo que “queremos ser de mayores” ¿Cuales eran tus metas? ¿Se han cumplido?
Desde los 17 años quería ser ajedrecista (o sea, jugador profesional) para gran disgusto de mis padres. Cuando era semiprofesional, con el título de Maestro FIDE y dos normas de Maestro Internacional, descubrí que el periodismo es, para mí, aún más apasionante que el ajedrez. Tuve la suerte de que justo entonces (1983) comenzaba la rivalidad Kaspárov-Kárpov, que me dio de comer durante muchos años. También es verdad que le eché mucho valor, constancia y creatividad. Pero el resultado es que soy un privilegiado porque hago las tres cosas que más me gustan (periodismo, viajes y ajedrez) y me pagan por hacerlas. Hay momentos duros, como en todas las profesiones, y a veces trabajo demasiado, pero yo no tengo derecho a quejarme.

- ¿Cuál ha sido el ajedrecista con él que más has disfrutado entrevistándole y viéndole jugar? ¿Y con el que menos?
Kaspárov: si estaba de buen humor, la entrevista salía sola, y siempre con enorme interés; y verle jugar de cerca era un espectáculo porque representaba a las fuerzas de la naturaleza volcadas sobre un tablero de ajedrez. Con Fischer pasé momentos maravillosos; pero también otros (cuando descubrí su lado negro) muy desagradables.

- Raro es el ajedrecista que no conoce o ha visto “La pasión del Ajedrez” ¿En tus próximos proyectos está el hacer algo parecido?
Mi principal frustración ahora es la falta de tiempo para acometer proyectos. Pero estoy dejando actividades profesionales (balonmano, deportes en general) para poder hacer más cosas en ajedrez. Mi prioridad en cuanto a actividades nuevas es lo del Alzheimer, y tengo dos o tres ideas más, aparte de comentar torneos y dar conferencias, que me encanta. Pero disfruté mucho con “La Pasión del Ajedrez”, y también me gustaría hacer algo parecido.

- No me voy a quedar con las ganas de realizarte esta pregunta, aunque sea una de las “típicas” de Zona ¿Un torneo debe estar enfocado al ajedrecista o al espectador?
El objetivo principal de organizadores y jugadores debe ser contentar a los patrocinadores. Eso implica mimar a la prensa, asegurarse de que haya muchos espectadores, montar actividades paralelas de calidad (sobre todo para los niños), cuidar el eco en Internet, prohibir las tablas sin lucha, etcétera. Cuando todos los jugadores entiendan que no se les paga sólo por su Elo, habremos dado un gran paso adelante. Los mejores modelos son Topálov y Judit Polgar, quienes, además de entregarse en cada partida, atienden con simpatía a aficionados, periodistas y patrocinadores. Por otro lado, mi idea de la urna (Vitoria y Sofía) y la posterior de ponerla en la calle (Bilbao) han sido un gran éxito porque transforman un ambiente monacal en un café-teatro, que es lo necesario para que la gente no se quede en casa viendo el torneo en pijama por Internet. Creo que los torneos del futuro deben ser así. Y si por falta de dinero u otra razón se prescinde de la urna, debe haber una sala de comentarios con pantallas gigantes, aparte de la de juego.

- Entre tú y yo Leontxo… ¿Son excéntricos los ajedrecistas?
En general, no. Pero tampoco pretendamos que sean personas normales, en el sentido estricto del término, porque alguien que está apasionado por algo y dedica muchas horas diarias a esa pasión difícilmente puede ser “normal”. ¿Quién es normal? ¿Quién habla de fútbol o de cotilleo de lunes a domingo?

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